viernes, 28 de octubre de 2011

ESTO NO ES PURO CUENTO (Ficciones reales sobre la violencia)

Por: Lizbeth Trejo

Estaba en el ascensor de mi departamento. Mi padre me había pedido que bajara al aparcamiento subterráneo, porque había olvidado unos papeles en el automóvil.
Junto al coche de mi papá estaba el vecino de mi casa, con otros hombres. El baúl de su coche estaba abierto y los tipos reían. De pronto, uno de ellos alzó un paquete de nylon, con un producto blanco en el interior, y exclamó:
-Pos con vender uno sólo de éstos ganamos una fortuna.
En ese preciso instante, del asombro, se me cayeron las llaves del coche, tintinearon en el suelo, y los hombres me descubrieron.

…enseguida los tipos se abalanzaron hacia mí, mientras que yo en un intento desesperado por salir ileso del lugar, y muerto de pánico, me agaché por las llaves simulando no haber visto ni oído nada, pero mi esfuerzo fue inútil,  ya que me lanzaron contra el piso preguntándome ¿quién era y que hacia ahí?; de mi boca no  salió palabra alguna, ya que el miedo dominaba todos mis sentidos, a la vez que mi vecino se acercaba y decía:
“No es nadie, no es nadie, yo lo conozco, es mi vecino, pero es sólo un mocoso, déjenlo”, parecían no escuchar sus palabras, ya que continuaban cuestionándome,  a lo que sólo pude decir:
“No me hagan nada, por favor, no me hagan nada”.
Cada instante que pasaba, ellos se ponían más nerviosos y violentos, discutiendo entre sí, diciendo que no me podían dejar ir, que era peligroso, que si me dejaban ir podía delatarlos o decir algo de lo que pude haber visto u oído.
En esos momentos empezaron a pasar por mi cabeza los cientos de imágenes  y frases que desde hace tiempo veía o escuchaba cotidianamente por la tele, los periódicos o la radio y no podía creer que eso me estuviera sucediendo a mí, no podía creer que aquí también estuviera sucediendo esto, en plena ciudad y en un barrio tan tranquilo como había sido siempre mi colonia.
En un intento desesperado por huir y pensando que la única manera en que saldría de ahí, podía ser, encobijado, en pedazos o con un tiro en la cabeza, luché por zafarme de mis captores e intenté golpearlos con todas mis fuerzas, pensando en que quería seguir con vida y que yo no le había hecho ningún mal a nadie, pero todo fue inútil, lo único que obtuve fueron más golpes y finalmente sólo escuché un fuerte estruendo.

Triste realidad


Estaba en el ascensor de mi departamento. Mi padre me había pedido que bajara al aparcamiento subterráneo, porque había olvidado unos papeles en el automóvil.
Junto al coche de mi papá estaba el vecino de mi casa, con otros hombres. El baúl de su coche estaba abierto y los tipos reían. De pronto, uno de ellos alzó un paquete de nylon, con un producto blanco en el interior, y exclamó:
-Pos con vender uno sólo de éstos ganamos una fortuna.
En ese preciso instante, del asombro, se me cayeron las llaves del coche, tintinearon en el suelo, y los hombres me descubrieron.


En este instante salió el perro de mi casa, corriendo hacia mí para darme la bienvenida. Los hombres se quedaban viéndome como si iban a cazarme pronto. De repente el gordito comentó el caso de un hombre, que por haberse entrometido en asuntos que no le concernían, perdió una pierna con el fin de que entendiera “quien se mete con los padres de la colonia, nunca saldrá igual” expresó el gordito, volteando hacia mí.
Este momento duró unos segundos pero me pareció interminable. En seguida, entré a la casa, cerré la puerta. Quise prender la tele pero mi voz interior insistía para que fuera a la cocina, que está al lado de donde están los narcotraficantes. Por una vez que puedo ser testigo de una escena así, tengo que aprovecharla para medir el alcance del negocio.
Me asomé, discretamente, a la ventana, de forma que los tipos no me vieran. Al escucharlos de nuevo, me di cuenta que ya me había perdido de una buena parte de la conversación y lo último que alcance se refería a una casa de seguridad que se encuentra a dos calles de mi propia casa.
Los hombres se despidieron y yo me quedé pensando en lo que acababa de pasar y como uno, a veces, no quiere o no se deja enterarse de la realidad de este país.

Cochiloca.



Esto no es puro cuento

Estaba en el ascensor de mi departamento. Mi padre me había pedido que bajara al aparcamiento subterráneo, porque había olvidado unos papeles en el automóvil.
Junto al coche de mi papá estaba el vecino de mi casa, con otros hombres. El baúl de su coche estaba abierto y los tipos reían. De pronto, uno de ellos alzó un paquete de nylon, con un producto blanco en el interior, y exclamó:
-Pos con vender uno sólo de éstos ganamos una fortuna.
En ese preciso instante, del asombro, se me cayeron las llaves del coche, tintinearon en el suelo, y los hombres me descubrieron.

Estaba confundido sin saber qué hacer, quedé un poco paralizado pensando en dos posibles opciones, la primera, fingir no haber escuchado nada así podían creerme ¿Pero si no? ¡ME MATARÁN! y si se acercan a mí y me preguntan algo ¿qué les digo? y si mejor me quedo esperando a que…

-¡Así que tenemos espías por aquí eh!
dijo uno de los acompañantes que se acercó rápidamente hacia donde me encontraba, me tomó por los brazos y me sometió hacia el carro de mi padre, estaba totalmente seguro que el desenlace de todo esto no podía ser nada bueno. El tipo me preguntó a gritos  que qué carajos había visto y escuchado. No supe qué contestar, no me salían las palabras, el tiempo se detuvo o por lo menos eso me pareció, me encontraba allí en el estacionamiento del edificio pensando en el maldito momento en el que a mi padre se le olvidaron sus papeles. Eso pensaba cuando el tipo sacó un arma que apenas si recuerdo ¿navaja? ¿pistola? o de esas que sólo veía en televisión, en eso estaba cuando mi vecino dijo con una voz fuerte y tajante:
-Ey, déjalo en paz, estoy seguro de que el muchacho no escuchó nada ¿VERDAD?
Su mirada enérgica me dio una sensación de calma pero a su vez un enorme miedo; sin pensarlo dos veces asentí con la cabeza e inmediatamente y a regañadientes el sujeto me dejó.
Con movimientos torpes tomé las llaves y me dirigí al elevador pensando sólo en llegar a casa para contarles los sucedidos cuando mi vecino se dirigió hacia mí, diciendo:
-“Ni una palabra de esto muchacho, tu familia es muy preciada para mí y sería una pena que algo malo les pasara por tu culpa ¿verdad? ándate a tu casa y mándale saludos a tus padres de mi parte “
Subí a mi casa, ¿cómo? No lo sé,  no sentía ni las piernas y sólo pensaba en esas últimas palabras, olvidé completamente el motivo que me hizo bajar al auto, ¡¡los papeles!! Como era de esperarse mi padre me regañó por no llevarlos… Auchhh!!
Ahora estoy en mi recamara regañado y mi familia sin saber por instante lo que allá abajo pasó.

Camelia la del Circo.




Acerca de nuestra nueva forma de vida

Estaba en el ascensor de mi departamento. Mi padre me había pedido que bajara al aparcamiento subterráneo, porque había olvidado unos papeles en el automóvil.
Junto al coche de mi papá estaba el vecino de mi casa, con otros hombres. El baúl de su coche estaba abierto y los tipos reían. De pronto, uno de ellos alzó un paquete de nylon, con un producto blanco en el interior, y exclamó:
-Pos con vender uno sólo de éstos ganamos una fortuna.
En ese preciso instante, del asombro, se me cayeron las llaves del coche, tintinearon en el suelo, y los hombres me descubrieron.

Desperté sudando a pesar de que la mañana es fría, tengo esa sensación amarga en la boca, afuera neblina y escarcha sobre el pasto, pienso un poco en este sueño ja ja el ascensor de mi departamento… en fin, sólo sueños.
El radio escupe más y más basura acerca de la violencia en este país, ¿cuál es la sorpresa guapo? me preguntó mientras me miró en el espejo, preparándome para un nuevo día.
Hoy me toca visitar a uno de nuestros mejores clientes, si cierro este negocio el parto de mi esposa está resuelto, Askana se llamará mi hijo, me esfuerzo cada minuto del día pensando en que lo merece todo, en que nada me detendrá y en que quiero vivir para mi familia.
Una reunión planeada a las 10, un buen almuerzo y este idiota de Carlos que no dice si no sandeces,  a pesar de esto, nuestro cliente nos sorprende haciendo un pedido más grande de lo planeado, este tipo de días son perfectos cuando no se atraviesan decisiones difíciles en el camino, cuando todo es tan fluido que da gusto tener este trabajo.
Regresamos cerca de las 2 de la tarde para entregarle cuentas al jefe, que nos pide como sus mejores vendedores hacer una pequeña y rápida visita, un tipo que vive por la zona sur de la ciudad, una de esas zonas bastante hermosas, casas grandes y bonitas, parques con esos árboles que te invitan a jugar en ellos, un cielo que incluso es más azul que el nuestro y el aire que en cada respiro te regala un poco de libertad, incluso los colores son diferentes, más intensos, más…
-¡ya llegamos pendejo!- me grita Carlos sacándome de mi trance.
El tal Tony ese nos hace pasar a su estacionamiento, un lugar un poco oscuro, no se ven muchos autos; será que la gente está aún en el trabajo.
- mira mis viejos me matan si se enteran, así que discreción absoluta, me interesa hacer una inversión mediana, por ahora, con grandes frutos –
- Pos con vender uno sólo de éstos ganamos una fortuna-
Un ruido metálico nos distrae a todos, llevando rápidamente nuestra mano al arma y la mirada hacia…
Decisiones difíciles, mi corazón golpea fuertemente en mi pecho, mi respiración se agita cada vez más con el llanto de este hijo de puta, ¿qué demonios tenía que hacer ahí?

KRZT

Lugar equivocado hora equivocada

Estaba en el ascensor de mi departamento. Mi padre me había pedido que bajara al aparcamiento subterráneo, porque había olvidado unos papeles en el automóvil.
Junto al coche de mi papá estaba el vecino de mi casa, con otros hombres. El baúl de su coche estaba abierto y los tipos reían. De pronto, uno de ellos alzó un paquete de nylon, con un producto blanco en el interior, y exclamó:
-Pos con vender uno sólo de éstos ganamos una fortuna.
En ese preciso instante, del asombro, se me cayeron las llaves del coche, tintinearon en el suelo, y los hombres me descubrieron.

Nuestras miradas se encontraron, no tuve tiempo de recoger las llaves, sólo recuerdo que di la vuelta y apresuré el paso, no sentí en qué momento ya estaba en el suelo, el beso helado del acero me paralizó. Ahora estoy atado de manos y tobillos, no reconozco las calles por donde transitamos, no sé a dónde me llevan, sólo escucho que no quieren correr riesgos. Al fin llegamos, otro auto salió a nuestro encuentro. 
El baúl que contenía aquellos paquetes blancos ahora sólo tiene lugar para mí

Machete.


Aquí se descubrió a Doña blanca y todos para su casa…

Estaba en el ascensor de mi departamento. Mi padre me había pedido que bajara al aparcamiento subterráneo, porque había olvidado unos papeles en el automóvil.
Junto al coche de mi papá estaba el vecino de mi casa, con otros hombres. El baúl de su coche estaba abierto y los tipos reían. De pronto, uno de ellos alzó un paquete de nylon, con un producto blanco en el interior, y exclamó:
-Pos con vender uno sólo de éstos ganamos una fortuna.
En ese preciso instante, del asombro, se me cayeron las llaves del coche, tintinearon en el suelo, y los hombres me descubrieron.

Asombrados me observaron, guardaron el paquete y bajaron la cajuela, mientras iban soltando miradas como disparos a mis ojos, me quedé pasmado… como si los minutos caminaran en vez de que corrieran. Uno de ellos me preguntó - ¿Tu qué haces ahí, se cayeron tus llaves?- Titubeante y nervioso tomé rápidamente las llaves, no quería que se dieran cuenta que escuché todo, que lo sabía todo…
Me acerqué con cautela al auto de mi padre, ellos me seguían con la mirada, mi corazón palpitaba tan fuerte y rápido que presentía que ellos lo percibían. Mientras sacaba los documentos, sentí  una gran y pesada mano sobre mi hombro, mi vecino, ese señor de duras facciones y de mirada ambiciosa que siempre escuchábamos gritar, blasfemar e insultar a su mujer en turno, me dijo – Tu no viste, ni escuchaste nada, o ¿sí mi amigo?-  y yo sin poder quitar la imagen de mi cabeza, respondí – No, nada- y con una sonrisa, dejando entre ver sus tintineantes dientes amarillos, fue alejando de mi hombro su mano, dio unos pasos atrás y a punto de desfundar su arma y subiendo el tono de voz – Amigo, no vuelvas a aparecer en lugares y momentos equivocados… subió al auto con los otros y se perdieron de vista; asustado me sentía.
Ahora, semanas después, recuerdo ese día y observo el titular del periódico “Los que estuvieron en el lugar y en el momento equivocado” acribillados y robados, mi vecino y sus amigos tendidos  en el asfalto…

Sra. Romerito.


No hay comentarios:

Publicar un comentario